4 de agosto de 2013

Cupid candy sugar free (6)

Capítulo 6
Las pelirrojas son peligrosas


Juliet de quedó parada en medio de la calle, viendo como Diana huía, cuando escuchó su tartamudeo y sus ojos se cristalizaron sintió que su corazón se astillaba, no había querido ser tan dura pero la había confundido ver aquellos caramelos como emergiendo por arte de magia de la mochila. Los guardó bajo la almohada con ilusión, le gustaba que estuvieran en su cama, por ello notó que le ardía el pecho al sospechar que Diana entró sin permiso y los sustrajo.

Se paró cuando se iba a encaminar al piso, ahora estaría vacío y lo cierto era que si la morena no estaba allí no había razón para regresar. Suspiró y se pasó una mano por los cabellos dorados, apretó la carpeta en su mano, todavía tenía mucho por hacer e iba muy retrasada en la presentación de su proyecto. Todo el mundo siempre estaba estudiando o dibujando y ella parecía solo perder el tiempo.


Hasta Diana le recordaba que había cosas más importantes que preocuparse por un mísero paquete de caramelos. Se arrebujó en el abrigo, odiaba el frío y era curioso que hubiera elegido Canadá como destino de estudios porque no lo soportaba nada bien. Suspiró y se dirigió hacia la biblioteca, no quería que las dos acabaran de mal humor por unos estúpidos dulces.

- Gracias -Kiden le indicó a Irina la esquina donde deseaba que se detuviera, no quería que entrara en aquel barrio obrero, conduciendo semejante coche llamaría la atención y su casa era bastante humilde, estaba muy cerca de una cancha de baloncesto en la que jugaban sus hermanos en verano. Apretó los paquetes contra su busto, notando que su nariz ya estaba helada del frío que estaba aumentando.

-¿Dónde vives, Kiden?-Irina apagó el motor, se puso de lado y se acomodó como un felino en el asiento. No abrió las puertas, (que tenían cierre de seguridad)-. Puedo llevarte hasta a puerta...no quiero que tengas frío.

La mulata miró al frente, las luces de las farolas que iban encendiendo una por una porque cuando era invierno, anochecía mucho antes. El panorama era el de casas terreras de dos pisos, pequeñas, con fachadas de los años sesenta y con un minúsculo jardín trasero. No sabía por qué se estaba comportando así, a algunas compañeras de la facultad incluso las había invitado a dormir pero de pronto se sentía ridícula mostrando con orgullo desmedido el buzón de colorines que estaba a la entrada de su casa.

- Ah, pero es que ya te has molestado mucho -giró el rostro, escrutó el perfil aristocrático de Irina, algo nerviosa.

-Pero ya estoy aquí....podrías invitarme un té...o dejas tus cosas y te invito yo...algo caliente -sonrió ampliamente. No la iba a acosar, pero tampoco la dejaría escapar. Adoraba cuando se ponía toda linda, como una cachorrita. Le daban ganas de  comérsela.

Kiden guardó silencio unos segundos, se mordió un poco los labios, apenas. Sus mejillas enrojecieron un poco, estaba pensado a toda máquina; "Mi casa es tan buena como cualquier otra". Se estaba comenzando a enfadar con ella misma, no sabía de donde provenía esa inseguridad, normalmente tenía mucha confianza en si misma pero al lado de Irina parecía que ésta se iba de vacaciones.

Se haló un poco de la trenza que estaba colgando por encima de uno de sus menudos hombros, los cabellos castaños entre sus dedos-. Te advierto que no tengo mucho lujo - de hecho puede que la mitad de la casa estuviera desprolija porque sus hermanos dejaban sus prendas por todos lados, hasta encima del fregadero si su madre no los cogía en pleno acto criminal.

Escrutó a la peligrosa pelirroja de reojo, esperaba que Irina no usara aquella visita como anécdota graciosa a contar en una cena de alta sociedad. Porque entonces la asaltaba en uno de los pasillos y trasquilaba esa cabellera de fuego que ella admiraba, cualquier chica daría lo que fuera por tener unas hebras ardientes como aquellas y además naturales, sin tinte alguno.

-¿Y bien?-alzó una ceja y torció ligeramente los labios-. Mmmhh -se giró apagó el motor, desactivó los seguros  y abrió la puerta para bajarse con un movimiento fluido. El viento helado le hizo chillar agudamente mientras bordeaba el deportivo, abrió la puerta del lado de Kiden-. Vamos, que tengo frío -le agarró por un brazo y tiró de ella con insistencia- ¡llévame o me congelaré y tendrás que traerme sopa a mi cama una semana!

Kiden no se hizo de rogar, enseguida bajó del auto y cogió de la mano a Irina, comenzó a correr, ¡claro que no iba a llevarle caldo durante siente días seguidos! Ya se estaba viendo; "¡su sopa, señorita Escarlata!" en plan lo que el Viento se llevó.

Sus dedos suaves se colaron entre los de Irina, creando un gran contraste entre la tonalidad de sus epidermis.

Irina sonreía aunque tenía frío, corría sin saber a donde y estaba fascinada con tomarle la mano a Kiden. Una vez que conociera su casa, vendría a visitarla cuando le diera la gana. Ya no se le iba a esconder- ¿por donde, Kiden? -le apretó un poco la mano.

Las farolas de las calle ya estaban prendida, el cielo se estaba ennegreciendo puede que aquella noche nevara, algunos copos pálidos y tenues descendieron aleteando como mariposas frágiles, gentiles. Algunos se enredaron entre sus cabellos, humedeciéndolos, uno rozó la nariz de Kiden que sonrió porque la piel se quedó insensible.

Torcieron en una esquina, pasaron al lado de una cancha de baloncesto, en ella tres chicos mulatos, de cerca de dos metros estaban jugando en manga corta a pesar del viento helado que corría, pero sus cuerpos estaban sudados, reluciendo, y se movían rápidamente a pesar de su envergadura. Cuando las chicas pasaron cerca de ellos, uno alzó la cabeza y les silbó.

-¡Kiden, que amiga tan guapa! -sonrió mostrando unos blancos dientes. Los otros interrumpieron su juego.

- ¡Kiden, preséntala!

- ¡A callar, burros!-les increpó Kiden que pareció inflarse, hasta crecer en estatura, sus ojos de color miel relucieron con fuerza- esos bestias son mi hermanos -se excusó mientras se alejaban rumbo a un casita terrera de dos pisos, rodeada por una valla blanca, en las cuales colgaban unos molinillos de colores que se movían alegremente.

A pesar de la correría, Irina se había dado el gusto de saludar con una mano, coquetamente. Suspiró, cansada porque no estaba acostumbrada a hacer ningún esfuerzo físico nunca. Siempre le alcanzaban todo, le buscaban las cosas, cargaban sus libros o la compra. Observó la casa de la mulata y sus ojos parecieron enviar destellos azules sobre el iris grisáceo.

-Qué bonitos...-dijo, señalando los molinitos. No soltó la mano de la otra, sino que la estrechó contra su pecho- tus hermanos son guapos... -lanzó para ver qué le decía.

Kiden alternó sus pupilas entre el pecho de Irina, eso era irremediable porque su mano estaba pegada a él, y el rostro de la pelirroja. Frunció un poco el ceño, jadeando, su aliento formó unas nubecillas, jugando sobre sus labios ateridos que estaban comenzando a tiritar por el frío.

- ¿Guapos? -ella jamás los había visto así porque para algo eran sus hermanos mayores, es decir unos incordios machistas y que apestaban a sudor cuando, para molestarla, la abrazaban después de jugar- son uno idiotas...- apretó un poco la boca, tratando de mitigar el temblor.

-Mmm...entonces mejor me quedo contigo...Kiden...tan linda...e inteligente -sonrió ampliamente y le besó los nudillos congelados- llévame a un sitio caliente...que si me da más frío tendré que abrazarte todo el rato...anda -amagó a que la abrazaba a ver si se escapaba.

Kiden no sintió el frío sobre sus mejillas porque éstas ardieron cuando los labios tersos de Irina se posaron sobre los nudillos congelados, parecía imposible pero pudo sentir la calidez de aquella boca, su textura y el aliento que corrió por el dorso de su mano. Inhaló con fuerza, percibiendo que una especie de descarga eléctrica corría por su columna, logrando que casi se arqueara.

Dio un paso atrás cuando vio que iba a abrazarla pero luego se quedó quieta, como un pequeño animal salvaje que está confundido que no sabe si huir o quedarse para saber que era eso que era nuevo y excitante al tiempo. Retiró con suavidad la mano, tenía algunas manchas de tinta porque se pasó todo el día colgando carteles.

- No te burles -murmuró- tú sí que eres guapa -no estaba ciega, ella se considera una chica normal, sencilla.

-No me burlo... A estas alturas deberías saber que no soy mentirosa...y que me gusta mucho estar contigo... -protestó y de todas maneras la abrazó mimosamente, sonriendo y deseando hacer alguna tontería más- eres arisca...ni que te fuera a comer o algo... - y de verdad estaba a punto. Quizás el instinto de supervivencia de Kiden le estaba avisando que tuviera cuidado.

-Enséñame tu cuarto...vamos...quiero ver...-la levantó un poquito del suelo y la bajó.

La cara de Kiden se incendió y se agarró a los hombros de Irina cuando la alzó demasiado asombrada por aquel gesto como para emitir alguna protesta, sus pies estuvieron de nuevo en el suelo rápidamente. Se quedó durante unos breves instantes paralizada pero parpadeó y se recompuso lo mejor que pudo. Irina la había cogido entre sus brazos como si no pesara nada.

Caminaron hasta la entrada de la casa, Kiden extrajo unas llaves de uno de sus bolsillos pero antes de que pudiera abrir, la lámina de madera giró sobre sus goznes para revelar a una alta figura en el umbral. Era una mujer de piel muy blanca, de cabellos cobrizos y rostro dulce a pesar de algunas arrugas que estaban en la comisura de sus ojos ambarinos, signo de que le gustaba sonreír mucho.

-¡Kiden! -iba vestida con unos vaqueros y una camiseta rosa, sobre ella lucía un delantal banco en cuyo centro se podía leer: "La mejor mamá del mundo". Se abalanzó sobre la mulata y la abrazó, apretujándola- ¡mi niñaaaa! -al ser su única hija la tenía sobreprotegida, en realidad había tenido tantos varones porque en cada embarazo esperaba que fuera una niña y no se detuvo hasta que llegó Kiden.

La pelirroja tenía las mejillas calientes. No era que le diera pena, ella estaba tan acostumbrada a coquetear que ya no notaba cuando lo hacía o no. Pero sentir el cuerpo de la mulata contra el suyo la había puesto especialmente receptiva. Se paró sonriente frente a la pareja, esperando ser presentada.

-¡Mamá! -protestó Kiden, con la cara luminosa por las mejillas que eran como dos manzanas maduras. Su madre la seguía tratando como si todavía tuviera solo ochos años y fuera pequeñita, daba igual que estuviera delante de cualquiera, Rosa siempre se comportaba con ese feroz instinto maternal- he traído una amiga...-tratando de desviar la atención de su madre.

-¿Eh?- Rosa se separó y escrutó a Irina con una gran sonrisa- ¡Hola, que guapa eres!- seguro que era modelo o actriz -. Soy Rosa.

-Irina...-sonrió y la escaneó, maravillada de que Kiden tuviera una madre tan joven-Vaaayaaa... no me habías dicho que tu mamá fuera tan guapa -soltó coquetamente sin poder evitarlo-. Ahora veo de donde sacas esos ojos tan lindos... -miró a su amiga fijamente por un momento  y luego se dirigió a Rosa- Kiden me va a mostrar su cuarto -la comprometió.

- Ahhhhh... -en torno a Rosa parecía fluir un aura rosa- ¡pero que agradables eres! - estaba toda encantada con el piropo- ¡quédate a cenar! ¡Kiden enséñale!

Kiden abrió y cerró la boca repetidas veces, no podía creer que aquellas dos ya estuvieran diciendo todo por ella y además su madre estaba maravillada por el porte de Irina.

- De acuerdo -cogió la mano de Irina y la comenzó a guiar al piso de arriba que era donde estaba su alcoba, en una de las esquinas de la casa y por ello el techo de la misma estaba inclinado. Subieron los escalones y desembocaron en un pequeño pasillo que estaba flanqueado por varias puertas.

Al ser la única chica tenía el privilegio de tener su propia intimidad, sus hermanos dormían juntos en literas. La llevó hasta el final y entraron en una pequeña habitación que estaba a oscuras, no era demasiado grande y justo bajo la ventana que daba a la calle estaba la cama cuadrada, amplia de Kiden. En el techo estaban pegadas unas estrellas fosforescentes.

- Espera, enciendo la luz de la mesilla de noche, la del techo está fundida.

La pelirroja ya daba por hecho que iba a comer allí y se sentó muy a sus anchas en la cama. Estuvo a punto de decirle que no encendiera nada y que se acercara. La casa le parecía muy pequeña, pero le agradaba la calidez que emitía cada una de las esquinas, imaginaba que en cada peldaño de las escaleras, en cada cuarto, en cada cama había una historia que contar.

-Aquí piensas...-se recostó, mirando las estrellas del techo. Cuantas ideas maravillosas pasarían por esa cabecita mientras miraba el techo- acuéstate conmigo...ven, miremos un rato esas estrellas -propuso y se acomodó mejor. Cerró un rato los ojos, notando el aroma sutil de Kiden entre los cobertores.

Kiden encendió la lucecita de la mesilla de noche, que emitió un cálido destello sobre el rostro de rasgos pequeños. Se sentó en la cama y comenzó a quitarse el abrigo que la hacia parecer una cría de oso polar. La alcoba estaba decorada en tonos melocotón, había un armario, un escritorio con un ordenador y una estantería. Todo era de mediano tamaño y parecía colmar el poco espacio que había.

Miró a la pelirroja que con todo descaro se había apropiado de la cálida cama, le parecía tan extraño verla allí recostada, con los cabellos desparramados entre los cojines, lejos del campus, de todo el glamour que solía rodearla. Se despojó de sus zapatos y se arrimó un poco a ella.

Irina abrió los ojos cuando notó el peso de su amiga a su lado-. Abrázame un rato...que tengo frío... -protestó juguetonamente. Una de las ventajas de jugar siempre con Kiden, era que nunca podría adivinar que muchas veces le hablaba enserio y eliminaba el estrés de guardarse sus sentimientos. Simplemente se los decía en su cara.

Ella misma se giró y abrazó a la mulata, acercándola a su cuerpo- oye...dime... ¿qué piensas cuando miras esas estrellas?-su voz era ahora muy suave, muy íntima- ¿piensas cosas locas? -le encantaba como estaban en la cama.

Kiden pudo distinguir los destellos de aquellos ojos grises azulados, las chispas que saltaban en las pupilas desafiando la suave penumbra. Sintió perfectamente el calor del cuerpo esbelto de Irina, de aquellos brazos que la rodearon sin aparente esfuerzo, con facilidad, atrapando la modesta anatomía de la mulata.

Ella nunca sabía si Irina jugaba o no, desde hacia años había estado allanando el terreno, a base de acostumbrarla a que se le echara encima, que la abrazara o mimoseara delante del todo mundo, a lo mejor porque debido a su complexión aquella belleza pelirroja la veía como una especie de peluche.

-¿Cosas locas? - no se percató que estaba susurrando, empleando el mismo tono que Irina, olvidando que estaba en su propia alcoba, lejos de molestias y que no tenía que esconderse de nadie.

Irina asintió, mirándola a los ojos, contemplando ese rostro tranquilo y bello. Siempre había deseado besar esa boca que era tan carnosa. La pelirroja tenía la fantasía de que nunca estaba fría y que de seguro tenía un sabor adictivo- cosas locas...como...por ejemplo...cómo será tu primer novio... ¿cómo te gustaría que fuera?- preguntó al descuido, con esa voz bajita y seductora.

La mulata se quedó con los ojos prendidos en Irina- yo...yo no lo sé -confesó, ahora que Irina lo menciona jamás se había parado a imaginar como quería que fuera su chico, como deseaba que fuera un novio o que cosas haría si tuviera una pareja. Se mordió un poco los labios, nunca pensaba en chicos en sentido romántico, no le preocupaba que captara demasiado la atención.

- yo...-de pronto y de manera tonta se le aguaron los ojos, había pasado los años en las clases, en los periódicos, haciendo salones del manga, estudiando, yendo a comprar material para los carteles o jugando al baloncesto, pero no se había esforzado en encontrar a su mitad, puede que si ningún hombre le hubiera llamado la atención es que puede que nadie estuviera para ella.

"Tonta" se amonestó a si misma con rudeza, se frotó los ojos- no sé. Nunca...-trató de sonreír- ¿Cómo es el tuyo?-inquirió, notando un vacío a la altura del pecho, estaba segura que Irina tenía varios chicos a su pies, siempre estaba rodeada de ellos.

La pelirroja boqueó, casi estuvo a punto de inclinarse y tomar sus labios. Sus ojos siguieron todos los gestos de Kiden y se preguntó mentalmente si había sido tan cruel su pregunta- pues...con una piel bonita... Así...oscura y tersa...-alzó la mano y le acarició la mejilla con el dorso- tiene que ser inteligente...simpático...y me tiene que dejar ver su cuarto... -sonrió y se mordió sus labios, como aguantando sus tentaciones-.Y sus ojos deben ser dorados.

- ¿Cómo los míos? -su pregunta fue como el salto de un salmón contra corriente, el estruendo de su corazón apenas le había dejado escuchar las palabras de Irina, era como si describiera a alguien como ella, pero en masculino, puede que uno de sus hermanos.

-Si... y con una boca como esta... -le acarició los labios, nerviosa aunque fuera directo a su objetivo. Le daba miedo arriesgarse y que luego Kiden le rehuyera, que la rechazara- son muchos requisitos, ¿no?...deberías ser mi novia tú... tienes todo lo que a mi me gusta... ¿no quieres? -notó el nudo en su garganta porque de verdad deseaba que le dijera que si.

Kiden percibió como sus labios se estremecían bajo el paso de aquellas yemas de terciopelo, sus pupilas se dilataron mucho, su corazón se detuvo durante unos segundos interminables al igual que su respiración acelerada y sus manos se movieron de forma espasmódica. Fue frunciendo un poco el ceño- ¿no es una broma? -le tapó la boca con sus dedos, firmemente- porque si lo es, yo...

La escrutó- me moriría...-susurró. No era justo que Irina se lo pidiera a ella, era la más bella, las más perfecta y le pedía algo que era el sueño de todo el campus- las dos somos chicas... -fue apartando su cepo lentamente.

-¿No quieres?-repitió la pelirroja sin moverse de su sitio. Ahora Estaba muy seria. Su mano se movió despacio sobre el cobertor que guardaba la tibieza del otro cuerpo. Era obvio que ambas eran chicas y eso le tenía sin cuidado. Podía escuchar con claridad como su corazón retumbaba, avergonzado.

Kiden se quedó con los ojos fijos en el altivo rostro de Irina, por fin la estaba viendo de verdad, no a la diva que siempre estaba segura de si misma, la perfecta, la que tenía respuesta para todo. Allí, frente a ella, sin artificios ni adornos estaba Irina y era eso lo que realmente le atraía, la dulzura llena de fuerza de aquella mujer que ahora se desnudaba para ella.

Alzó los brazos y la rodeó, la abrazó con fuerza, apoyando su rostro el hueco perfumando del blanco cuello- Irina...-murmuró, tragando saliva con esfuerzo, notando que su rostro ardía, quemaba- sí...-balbuceó con timidez, tenía miedo, porque aquello era nuevo, si no había imaginado a un chico era porque en cada ocasión recordaba las hebras del cabello de Irina o la ropa que llevaba cada día.

La pelirroja soltó el aire despacio, tratando de no hacer ruido porque tenía ganas de chillar. Estaba asustada también. No recordaba haberse fijado en algún muchacho. Jamás le habían atraído pero había aprendido que eran muy amables si les sonreía un poco. A pesar de sobrarle pretendientes, no deseaba a ninguno. Nunca creyó que fuera homosexual, incluso había tenido prejuicios acerca de las lesbianas. Había creído que todas eran marimachas. Eso era lo que siempre había escuchado.

Pero a medida que iba madurando, fue comprendiendo lo equivocada que estaba y se dio permiso de admirar a otras chicas de un modo especial. Entonces cuando conoció a Kiden supo que aunque le tomara todo el tiempo del mundo, algún día le diría que fuera su novia.

-Y yo...Kiden... -la estrechó, escuchando su respiración, notando que temblaba entre sus brazos- te quiero... -le susurró cariñosamente, emocionada al compartir su primer secreto juntas.

Se escuchó un pequeño quejido y a continuación un leve sollozo, Kiden estaba demasiado emocionada, no solo había sido aquel descubrimiento, era la primera vez que una persona que no era de su familia le decía que la quería. Era algo tan intenso, tan desgarradoramente hermoso que no había palabras suficientes en su cabeza para describirlo. Nunca esperó escuchar esa declaración en su cama, de los labios de una mujer, de Irina.

Alzó un poco el rostro cubierto de riachuelos plateados, que manaban de aquellos ojos de verano, de los orbes profundos y tropicales. Le sonrió, inspirando con fuerza, hipando levemente como una niña pequeña- Irina...-susurró con una dulzura que nunca esperó que pudiera entonar, que estaba reservada en su corazón para cuando hiciera aparición esa persona especial, casi no podía hablar, todo su pecho subía bajaba profundamente, rápidamente.

-Shh...shh...-Irina trató de consolarla. La mataba verla llorar aunque sabía que era de emoción, porque ella quería hacerlo también. Estaba nerviosa pero sabía lo que quería y eso era un beso de esa boca. Le secó las lágrimas con suavidad, mirando ese rostro tan hermoso, acariciado por esa tenue luz- mi novia no tiene que llorar...-le susurró- mi novia es demasiado hermosa para eso... -acercó su rostro y su boca buscó a su carnosa compañera, pegándose a ella con delicadeza, tomándose su tiempo para no ser brusca porque era algo nuevo para las dos.

Le dio unos besos cortos, sin forzar nada, mimándola y acostumbrándose también a la respiración de su pareja contra la suya- me gusta tu boca...-otro beso- mucho -y la abrazó más fuerte, sonriendo.

Las pupilas de Kiden estaban tan dilatadas que el color miel era solo un aro que relucía en sus ojos. Los labios entreabiertos estaban palpitando, ansiosos, humedecidos por aquella deliciosa boca que se había plegado a la suya, parecía imposible que una parte del cuerpo que era tan pequeña pudiera proporcionar aquella cascada de sensaciones que daban cosquillas en todos lados y sobre todo, en su pecho.

Inspiró, ruidosamente, maravillada y atontada por el que era su primer beso, el mundo en torno a ellas dejó de existir, solo estaban en ellas dos en aquella cama que colgaba en su propio universo personal que nació en el Bing Bang de la unión de sus labios.

Alzó los brazos, rodeó el cuello de cisne de Irina, moviendo algunas de las hebras de fuego que en la tierna penumbra emitían destellos rojizos. Acercó su rostro acalorado, con las mejillas ardiendo y rozó su boca. Se quedó sobre ella respirando, sin atreverse a fusionarlas del todo, solo disfrutando de esos segundos que sabía que recordaría el resto de su vida.

Suspiró, cerró y los ojos y culminó el beso, saboreando lenta y tímidamente la boca que estaba destinada a ser el reposadero de sus anhelos más secretos y escondidos, aquellos gajos rosados que serían su segundo y afrutado hogar, su templo de dulce perdición.

-Kiden...-Irina suspiró contra los apetitosos labios de la mulata. Había imaginado miles de veces cómo sería su textura, cual sería su temperatura y sobre todo, cómo sería su sabor. Nada de lo que hubiera podido soñar se comparaba con la magnifica realidad.

Era suave, como si los labios fueran de terciopelo pero a la vez, eran resbalosos, como una crema deliciosa que había que comerse despacio. Su aliento era cálido, húmedo, casi como la neblina en la mañana, sólo que era tibio y perfumado. No tenía palabras para definir su sabor, nunca habría nada igual. Sólo sabía que podía vivir con eso nada más.

Entreabrió los ojos, contemplando un momento aquellas rendijas oscurecidas, como oro antiguo. Sentía que flotaba y al tiempo que era atraída por el otro cuerpo, como el ojo de un tornado. En medio de su turbación, no podía ser más feliz- pequeña...-susurró con adoración. No tenía idea de cuales serían los pasos a seguir. Tener una pareja iba a ser algo nuevo y lo único que disipaba el miedo, era que ambas aprenderían juntas.

Kiden sonrió, embrujada, media desmayada tan solo por aquel suave y húmedo contacto que logró dispara el corazón en su pecho menudo. Se relamió la boca con sus rosada lengüita, tratando del calmar el ardor que contradictoriamente torturaba aquella carne mojada-  Mmm...-suspiró sin  poderlo evitar, quién hubiera pensado que Irina pudiera dar unos besos como aquellos, que la hacían derretirse por dentro.

Movió sus dedos, enredando la punta de los cabellos de la que ahora era su pareja, enredando sus piernas con las suyas, notando que no llegaba a tocar sus deditos porque la pelirroja era más alta. Se apretó contra ella, buscando aquellos mimos que intuía que Irina podía regalarle- ya no quiero cenar...-susurró temblorosamente. Sabía que su madre las llamaría dentro de un rato para que bajaran a comer y como no fuera ella misma subiría.

-Yo si ceno... -sonrió la pelirroja- ¡A ti! -jugueteó y comenzó a morderle el hombro, haciendo ruiditos como los de un perro gruñendo y comiendo mientras la estrechaba mimosamente, demasiado feliz para querer cenar tampoco.

La mulata se echó reír con fuerza, pataleó un poco y trató de huir pero sin poner verdadero empeño en ello, disfrutando plenamente del juego, del calor del cuerpo esbelto de su compañera entra aquellas sábanas y del aroma agradable y femenino que desprendía Irina, era maravilloso- noooo... -le hizo cosquillas en los costados con suavidad.

Las risas de Irina fueron más fuertes, quizás no era tanto por las cosquillas, como lo era la euforia que le producían sus sentimientos hacia Kiden, poder jugar con ella, escucharla reír y ver su rostro alegre, relajado y bello. Trató de devolver el ataque, sin ser brusca porque le parecía que la mulata era muy frágil. Adoraba ese cuerpo tan pequeño, quería estar con ella por mucho tiempo.

-be...be...be...-Kiden se atragantaba con sus propias risas, entusiasmada, sofocada porque todo era nuevo, increíble y poco importaba si aquellas emociones se las estaba dando otra mujer, solo le interesaba que era Irina, con eso era suficiente- be...be... -se sobreponía como podía- besitoooo... -pidió, hipando ya.

-Buenooo...-anunció la pelirroja, dejando descansar a su cachorrita de oso. Le acarició la espalda y entonces la observó primero antes de darle nada. Solamente porque le parecía tan bella que le costaba creerse que pudiera besarla a su antojo- voy a estar pensando en ti toda la noche...-confesó. No iba a poder dormirse si no la llamaba un rato primero. Se inclinó sobre el rostro moreno y acercó su boca a la de Kiden.

- Bonita...-susurró y la besó suavemente, dejándose sumergir de nuevo en aquel mar de terciopelo.

- Mmm-Kiden en esta ocasión respondió plenamente, entregándose sin aquel decoro de aquel primer beso pero si con la inocencia que otorgaba el primer amor, que siempre era el más intenso cuando los ojos no se habían desviado jamás en pos de otra persona y ahora estaban centrados en la mujer que estaba sobre ella y al cuál estaba rindiendo no solo su cuerpo sino también su corazón.




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3 comentarios:

  1. que lindo capitulo... de hecho nos hace saber que no hay que juzgar a nadie por las apariencias...

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  2. Ha sido hermoso y tierno este capitulo, me ha encantado!

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  3. awww :3 son unas ternuritas, también quiero un amor así, no me imaginaba a Irina tan sentimental, que linda sorpresa me lleve.

    Buenisimo el capitulo, me ha encantado!.

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